24 jun 2007

Simone Weil: Presión / Opresión.

Mi querido Teófilo,
Escríbole hoy dos cartas en las que copio unos relativamente extensos párrafos del libro "Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social", Simone Weil, Premia Editora S.A., Tlahuapán, 1982, 3ra ed.
Hágole saber que a mi juicio este libro es de aquellos que exigen de por sí una lectura completa de principio a fin: tan bien encadenados me resultan los razonamientos en su escritura. Así, me ha ofrecido una no pequeña dificultad para ejecutar la operación de seccionamiento sin dejar de mantenerme en mi voluntad de no efectuar ex-profeso resúmenes -o similares- por mi parte. He optado por extenderme en la copia:
La palabra "revolución" es una palabra por la cual se mata, se muere, se envían las masas populares a la muerte, pero que no tiene ningún contenido.
Sin embargo, quizá pueda darse un sentido al ideal revolucionario si no en tanto perspectiva posible, al menos en tanto límite teórico de transformaciones sociales realizables. Lo que pediríamos a la revolución es la abolición de la opresión social. Pero para que esta noción al menos presente probabilidades de tener algún sentido hay que cuidarse de distinguir entre opresión y subordinación de caprichos individuales a un orden social. En tanto haya sociedad, esta encerrará la vida de los individuos en límites muy estrechos y les impondrá sus reglas. Pero esta presión inevitable no merece llamarse opresión en la medida en que, por el hecho de que provoca una separación entre los que la ejercen y los que la soportan, pone a los segundo a discreción de los primeros y acentúa de ese modo, hasta el aplastamiento físico y moral, la presion de los que dirigen sobre los que ejecutan. Pero luego de esta distinción, nada permite suponer de antemano que la supresión de la opresión sea posible o aun sólo concebible a título de límite. Marx vio muy bien, análisis cuyos alcances él mismo desconocío, que el régimen actual de la producción, es decir la gran industria, reduce al obrero a no ser más que un engranaje de la fábrica y un simple instrumento en manos de los que la dirigen; y es vano esperar que el progreso técnico pueda, por una disminución progresiva y continua del esfuerzo de producción, aligerar, hasta casi hacer desaparecer el doble peso de la naturaleza y la sociedad sobre el hombre. El problema es, pues, muy claro: se trata de saber si puede concebirse una organización de la producción que, aunque impotente para eliminar las necesidades naturales y la presión social que resulta de ellas, les permitiría al menos ejercerse sin aplastar bajo la opresión a los espíritus y los cuerpos. En una época como la nuestra, haber captado claramente este problema es quizá una condición para vivir en paz consigo mismo. Si se llega a concebir concretamente las condiciones de esta organización liberadora, sólo resta ejercer para acercarse a ella, todo el poder de acción, pequeño o grande, de que se dispone. Y si se comprende claramente que la posibilidad de tal modo de producción no es siquiera concebible, al menos se gana el poder resignarse legítimamente a la opresión, y dejar de creerse cómplice por el hecho de que no se hace nada eficaz para impedirla.

He visto en varios lugares puntear los links al pie de página, y he optado por seguir este modelo. Si así lo desea puede leer entonces algunos artículos de tipo enciclopédico pinchando en los enlaces que figuran al final de esta carta.
Con afecto.
Teófila.
link 1
link 2
link 3

2 comentarios:

Doctus Lupus dijo...

Honorable Teófila,

Tuve la oportunidad de leer la epístola que su merced tuvo la gracia de enviar a Teófilo y me permito dos apreciaciones en un mismo sentido.

La primera de ellas es que no atino a comprender su temor a los resúmenes. Las epístolas tuvieron su razón de ser en el que durante muchos siglos fueron el único medio para hacer aflorar el yo del autor, que en otros géneros tenía prohibido el acceso. El Ensayo en realidad proviene directamente del género epistolar. Así, al enviar en sus epístolas resúmenes, o al menos intentos, interpolando pequeños resúmenes de las partes más largas, indicando el porqué de su interés en tal o cual párrafo, creo yo que se hace más rico el escrito. Igualmente, crea en que es sólo una opinión, ya que la citada libertad del género epistolar implica también no tener porqué atarse a convenciones como esta que indico.

Sí me gustaría recordarle que a partir de la Edad Media, como recuerda oportunamente Guillermo de Baskerville, comienzan a circular nuevos métodos de categorizar y ordenar libros y materiales que suplantan a la vil memoria del bibliotecario. Así, si no desea intercalar las indicaciones en el mismo texto, donde queda meridianamente claro el objeto del vínculo, y en cambio propone agregar los vínculos al final, no olvide indicar ya no un explicación, una opinión sobre la página destino, sino al menos un corto título que acerque al lector de la epístola al objeto destino del enlace. La sorpresa no es buena manera de atraer lectores saturados de información.

Espero que mis humildes comentarios sean bien recibidos, más allá de su escasa utilidad,

Cordialmentem
Doctus Lupus

Verónica Garat dijo...

Estimadísimo Doctus Lupus,
¿Cómo está usted? Hacía mucho que esperaba alguna visita suya. ¿Es obra suya todo este cambio en nuestra Leaving-Salónica? Si es así, reciba mis más calurosas felicitaciones y mis aplausos más encendidos.

No veo cómo puede atribuirme un temor a los resúmenes cuando claramente expreso,tanto en los hechos como en el verbo, que se trata de una voluntad. ¿Qué nos importa quién habla? ¿El texto que transcribo, le gusta, le atrae, le despierta, le emociona, le moviliza, le seduce, le deja frío, le aburre, le asquea, le enoja? ¿Desea saber por qué me interesa tal o cual párrafo? ¿Cuál párrafo en concreto?

Respecto de su observación acerca de los links, debo pedirle mis disculpas por el descuido en la referencia. Los tres enlaces que figuran luego de mi firma en el post que comentamos son a sitios donde puede hallar información de tipo biográfico-enciclopédica sobre Simone Weil. Puede mirarlos o no; no interesan mayormente. Incluyo los links sólo como modo de tenerlos ahí, casi un adorno. En absoluto intenté provocar sorpresa, pero si ese es el efecto... pues, ¡bienvenido sea! Sea agradable o desagradable, siempre será una sorpresa, y en tanto tal sacudirá modorras y saturamientos.

En una vieja carta encargué a Teófilo un pedido para usted. ¿Ha tomado conocimiento de este pedido mío?

Con respeto.
Teófila.