24 jun 2007

Simone Weil: Marx . Darwin.

Mi querido Teófilo,
Transcríbole aquí otro extenso párrafo de libro que ya le he nombrado:
Reflexionando sobre este resonante fracaso, que vino a coronar todos los otros, Marx llego por fin a comprender que no se puede suprimir la opresión en tanto subsisten las causas que la tornan inevitables y que esas causas residen en las condiciones objetivas, es decir materiales, de la organización social. Elaboró así un concepto de la opresión totalmente nuevo, no ya en tanto usurpación de un privilegio sino en tanto órgano de una función social. Esta función es la misma que consiste en desarrollar las fuerzas productoras, en la medida en que ese desarrollo exige duros esfuerzos y pesadas privaciones; y, entre ese desarrollo y la elaboración social, Marx y Engels percibieron relaciones recíprocas. Al principio, según ellos, la opresión se establece sólo cuando los progresos de la producción han provocado una división del trabajo lo bastante acentuada para que el comercio, la conducción militar y el gobierno constituyan funciones distintas. Por otra parte, una vez establecida la opresión provoca el ulterior desarrollo de las fuerzas productoras y cambia de forma a medida que este desarrollo lo exige, hasta el día en que, habiéndose convertido en una traba en lugar de una ayuda, desaparece pura y simplemente. Por brillantes que sean los análisis concretos con que los marxistas ilustraron este esquema, y aunque constituyen un progreso con respecto a las ingenuas indicaciones que reemplazó, no puede decirse que aclara el mecanismo de la opresión. Sólo describe parcialmente su nacimiento. Ahora bien, ¿por qué la división del trabajo se convertiría necesariamente en opresión? Nada permite, en manera alguna, esperar razonablemente este fin, pues si Marx creyó mostrar cómo el régimen capitalista termina por trabar la producción, ni siquiera ha tratado de probar que, en nuestros días, cualquier otro régimen opresivo la trabaría parcialmente; y además se ignora por qué la opresión no podría lograr mantenerse, aun una vez convertida en un factor de regresión económica. Sobre todo, Marx omite explicar por qué la opresión es invencible mientras es útil, por qué los oprimidos en rebelión no han logrado nunca fundar una sociedad no opresiva, sea en base de las fuerzas productoras de su época, sea aun al precio de una regresión económica que difícilmente podría aumentar su miseria; y en fin deja totalmente en la sombra los principios generales del mecanismo por el cual una forma determinada de opresión es reemplazada por otra.
Más aún, no sólo los marxistas no han resuelto ninguno de estos problemas sino que ni siquiera creyeron que debían formularlos. Les pareción haber explicado suficientemente la opresión social estableciendo que corresponde a una función en la lucha contra la naturaleza. Por otra parte sólo han mostrado esta correspondencia para el régimen capitalista; pero de todas maneras, suponer que tal correspondencia constituya una explicación del fenómeno es aplicar inconscientemente a los organismos sociales el famoso principio de Lamarck, tan cómodo como ininteligible, "la función cral al órgano". La biología comenzó a ser una ciencia el día que Darwin sustituyó este principio por la noción de condiciones de existencia. El progreso consiste en que la función no es considerada ya como causa, sino como efecto del órgano, único orden inteligible; el papel de causa es atribuido desde entonces sólo a un mecanismo ciego, el de la herencia combinado con las variaciones accidentales. Por sí mismo, a decir verdad, ese mecanismo ciego no puede sino producir al azar cualquier cosa; la adaptación del órgano a la función entra en juego para limitar el azar eliminando las estructuras no viables, no ya como tendencia misteriosa sino como condición de existencia. Y esta condición se define por la relación existente entre el organismo considerado y el medio, por una parte interte y por otra vivo, que lo rodea, y muy particularmente con los organismos semejantes que le hacen competencia. La adaptación es concebida entonces con relación alos seres vivientes como una necesidad exterior y no ya interna. Es claro que este luminoso método es válido no sólo en biología, sino en todas partes donde se encuentren estructuras organizadas qeu no han sido organizadas por nadie. Para poder hablar de ciencia en materia social sería necesario haber realizado con relación al marxismo un progreso análogo al de Darwin con relación a Lamarck. Las causas de la evolución social no deben buscarse ya sino en los esfuerzos cotidianos de los hombres considerados como individuos. Estos esfuerzos ciertamente no se dirigen a cualquier parte; dependen, para cada uno, del temperamento, la educación, las rutinas, las costumbres, los prejuicios, las necesidades naturales o adquiridas del ambiente, y sobre todo, en general, de la naturaleza humana, término que siendo difícil de definir, no carece probablemente de sentido. Pero dada la diversidad casi indefinida de los individuos, y sobre todo que la naturaleza humana implica entre otras cosas el poder de innovar, de crear, de superarse a sí misma, ese tejido de esfuerzos incoherentes produciría cualquier cosa como organización social si el azar no se encontrara limitado en ese terreno por las condiciones de existencia a las que toda sociedad debe conformarse bajo pena de ser subyugada o aniquilada.

Aguardo sus epístolas. Al pie figuran otros enlaces a otro tipo de sitios sobre Simone Weil.
Con afecto inclaudicable.
Teófila.
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