Lamento haberme ausentado durante tanto tiempo. Las obligaciones terrenales impidieron tratarla como es debido. Hice un pequeño comentario relacionado con el Almagesto, espero no abrumarla con la longitud del mismo. El texto que me interesó es el que sigue:
Tenemos la fortuna de haber recibido una parte sustancial de la obra de Ptolomeo, su libro fundamental Almagesto, que ya hemos citado por su nombre transmitido por la tradición árabe. Su nombre original debía de ser Gran composición matemática de la astronomía, y el nombre árabe de Almagesto es una yuxtaposición del artículo árabe Al y la corrupción del adjetivo griego “mayor”, el mayor de los libros o el mayor de los libros de astronomía. En realidad, se trata de uno de los documentos más importantes de la ciencia del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros. (...) Ptolomeo nos ofrece el modelo matemático de los movimientos solares, lunares y planetarios más antiguo de que disponemos. Sólo conocemos los modelos anteriores, bien a través de referencias fragmentaria o precisamente por lo que se nos dice en el Almagesto. En realidad, a lo largo de la obra formula siete problemas independientes para cada uno de los astros errantes, y los resuelve de una forma separada, con el fin de dar cuenta de sus movimientos observables desde la Tierra. Pero Ptolomeo no trataba de dar una mera descripción de tales movimientos, sino que más bien pretendía ofrecer un modelo que, además de dar cuenta de ellos, permitiera prever los movimientos futuros, y poder calcular cómo se habían dado en el pasado. La hipótesis de trabajo básica para formular un modelo semejante se basaba en la idea de que el cosmos era estable, que desde su origen se había movido de la misma forma y que en el futuro debía comportarse del mismo modo que en el presente. Esa hipótesis acerca de la monotonía del cosmos perduró más que el propio modelo de Ptolomeo y se mantuvo activa casi hasta nuestra época. Sólo cambió en las primeras décadas del siglo XX. Javier OrdóñezContenido
El texto introduce a la principal obra de Ptolomeo, el Almagesto, dando las claves de su influencia en el desarrollo científico posterior. Comienza destacando la fortuna de que podamos contar con ese texto, dado que la mayoría de los textos de aquellas época están perdidos y que los criterios que han ido transmitiendo algunos textos sí y otros no a lo largo del tiempo son lo suficientemente distintos a los actuales como para que podamos considerar fortuito que lleguen a nuestros días. Explica el derrotero seguido por el nombre, que debió ser en el original griego Gran composición matemática de la astronomía, pero que al ser traducido al latín desde el árabe nos llega influido por este.
A continuación, centra la importancia del documento en que nos presenta dos conceptos fundamentales. Primero, que es uno de los modelos matemáticos más antiguos de los movimientos celestes, recordando además que los modelos anteriores sólo nos llegan fragmentariamente o a través del mismo Almagesto. En segundo lugar, destaca la hipótesis que subyace en la obra acerca de la monotonía del cosmos, que perduró hasta las primeras décadas del siglo veinte, cuando entonces el mismo Einstein aún defendía la estabilidad del Universo. Es decir que esta hipótesis, como apunta correctamente el autor, supervivió incluso mucho más que el propio modelo tolemaico, el cual cae a partir de lo que se dio a denominar revolución copernicana.
La importancia científica del Almagesto radica en su alta capacidad no sólo de explicar movimientos pasados sino de prever los futuros. En esto radica la importancia que le dieron los árabes, que precisaban precisiones astronómicas para poder realizar correctamente tradiciones religiosas. De todos modos, que haya pervivido el texto en el mundo árabe y no en el latino no es sólo a causa del credo sino también por las condiciones económicas y políticas que permitieron el desarrollo de la ciencia en el mundo musulmán mientras que en Occidente se intentaba simplemente contener las pérdidas de conocimiento a través de estados minúsculos y en continuas guerras. El Almagesto, por ejemplo, se tradujo desde el griego al árabe con el apoyo de gobernantes que actuaban como mecenas.
Salvar las apariencias
El Universo es el que defiende Tolomeo en el Almagesto no es otro que el que postuló Platón en el Timeo, y en que luego se extendió Aristóteles. Al final de su vida, el fundador de la Academia ofrece una reflexión acerca de qué puede ser la totalidad del cosmos, de los astros y de los conocimientos que podemos tener de ellos. La totalidad de lo formado no puede corromperse: debe adquirir una forma perfecta, esférica, que es la más bella de todas las posibles. El Demiurgo hizo los planetas y las estrellas fijas, que describen círculos que sin embargo parecen caóticos al ojo humano. No todos tienen los mismos períodos de revolución. Las anomalías que ofrecen a la vista del “imperfecto observador” debían ser resueltas mediante la combinación del movimiento de esos círculos, en lo que se denominó “salvar las apariencias”. La cuestión será retomada con mucha más fuerza por Aristóteles quien determinará justamente que el espacio sublunar, por debajo del cual los cuerpos están sometidos a generación y corrupción y el supralunar, que es el espacio de los movimientos perfectos (circulares) y de los cuerpos perfectos (esferas), una concepción que perdurará indiscutida durante siglos y al que Ptolomeo le dará sentido matemático, en un modelo conocido actualmente como aristotélico-tolemaico.
Consideraciones finales
En el nombre no sólo destaca la raíz griega mega (“gran”) sino la de “composición matemática” que nos permite hacer una importante matización: el Almagesto es una obra eminentemente matemática de la que, además, se pueden extraer conclusiones físicas. Las matemáticas aparecen entonces como el lenguaje por excelencia para descubrir el mundo. De alguna manera se intentaba emular los Elementos de Euclides, mostrando una naturaleza compuesta por objetos geométricos. Con la magna obra tolemaica queda además establecido definitivamente el valor y la confianza en la lógica aristotélica, para la cual si se dan por ciertos los principios, las conclusiones serán necesarias, algo que apasionará centurias después a los escolásticos. Aunque esto implique por ejemplo que si se acepta el principio de que todos los objetos celestes se mueve en un círculo perfecto y a velocidad constante, entonces la única explicación de las variaciones del sol en velocidad angular que observamos es que nosotros no nos hallamos en el centro exacto del círculo por el que el Sol evoluciona.
Hasta luego Teófila, espero poder verla pronto,
Teófilo.
1 comentario:
Mi querido Teófilo,
Ni falta hace que le diga que toda carta suya es recibida con sumo placer por mí. Me parece interesante el tema de por qué y cómo sucede que unos hombres conciben al cosmos como estable, o a la tierra como centro del universo y otros hombres no.
Afectuosamente y contenta de reanudar este epistolario le envío mis más cariñosos saludos.
Teófila.
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