2 mar 2006

Conociendo el Museo del Prado

Óptima Teófila,
Tuve hoy la oportunidad de entrar al conocido Museo del Prado de Madrid. Vd dirá que no le importa, pero estando en la futura capital de la Hispania, no podía dejar pasar la oportunidad. Imposible un inventario en cuatro líneas, visite Vd. una Galería Virtual si así lo desea. A los fines de esta epístola elijo caprichosamente dos colecciones: Goya (en particular su Serie Negra), y por supuesto los cuadros de los flamencos entre los que destaca El Bosco y por ejemplo su "Jardín de las Delicias". Permítame la informalidad en mis apreciaciones, pero ¿Qué sentido tiene ver pinturas originales en este momento en que la divulgación digital es tan amplia? En principio me contestaría que no es tan amplia: es muy difícil ver en su tamaño original estas obras como copia, y déjeme decirle que el tamaño sí que importa: es el que eligió el artista, y al ver reproducciones pequeñitas la pérdida es irremediable. Dejo de lado "finezas" tales como el color verdadero, la luz y otros elitismo. Pero debo decir sí, es un gusto, un placer particular es el de ver las pinturas que debajo de infinitas restauraciones estos pintores tan particulares han, efectivamente, hecho. Algo así como ir lo más cerca posible al origen de tantas lecturas y deliberaciones. Déjeme decirle finalmente que en mi mente poco propicia a la emoción, mi pecho palpitaba al tratar de que entraran en él cientos de imágenes tan conocidas y tan caras a la vez.
Hice un rápido bosquejo del frente del edificio que envío adjunto a esta epístola.
Pensativo y suyo,
Teófilo.

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