Mi querido Teófilo,
Ya casi que me había ido ahí de donde no hay regreso, pero algo me retuvo, algo me hizo demorar mi final de partida, y volví sobre mis pasos sólo unos momentos. Ya leyó los prólogos, ahora una que otra didascalia:
"(Finalmente la indiferencia de Brick se rompe. Tiene el corazón acelerado, la frente cubierta de sudor, su respiración se vuelve más rápida y su voz más ronca. Lo que están discutiendo, tímida y dolorosamente del lado de Gran Papá, feroz y violentamente del lado de Brick, es el hecho inadmisible para negar por el cual Skipper murió. La base de esa "mendacidad" y ese asco que empujan a beber a Brick, probablemente nace de que, si ese hecho existía, tenía que ser repudiado para "mantener las apariencias" en el mundo en que vivían. Puede ser la raíz de su derrumbe. O quizás es sólo una de sus manifestaciones, ni siquiera la más importante. El pájaro que espero atrapar en la red de esta pieza no es la solución del problema psicológico de un hombre. Estoy tratando de captar la verdadera naturaleza de la experiencia de un grupo de personas, ese intercambio nebuloso, titubeante, evanescente -¡ferozmente cargado!- de los seres humanos sumidos en el nubarrón de una crisis común. En una pieza, hay que dejarle cierto margén de misterio al personaje, de la misma forma en que las personas conservan un gran margen de misterio en la vida, incluso para sí mismas. Eso no absuelve al dramaturgo de su deber de observar y sondear lo más clara y profundamente que legítimamente pueda, pero debe alejarlo de las conclusiones "superficiales", las definiciones fáciles que convierten a una pieza nada más que en una pieza, no en un señuelo para alcanzar la verdad de la experiencia humana. La siguiente escena debe representarse con gran concentración, con la mayor parte de su potencia contenida, pero a la vez palpable en todo lo que no se dice.)"
y le agradezco tanto esa exquisitez que me hizo llegar de sabores... y le dejo mis afectos...
Teófila.