Cara Teófila,
El franciscano Fernando Savater fue requerido por una citación de la Santa Inquisición a viajar a la ciudad que me acoge. Enterado de esto, el Duque de Alba le extendió una invitación ya que no quiso perder la oportunidad de codearse con este intelectual requerido por diversas cortes europeas. Así, organizó una velada en su palacio al que fueron invitados unos pocos, pero a la que otros cuantos se nos fue franqueado el paso, quedándonos de pie en los altos del salón mientras los invitados comían, a la espera de las palabras del filósofo.
La disquisición de Savater discurrió sobre la educación y, en particular, acerca de la importancia de formar al príncipe –entendiendo a éste con un sentido universalizador de la condición humana, Vd. comprenderá. Me resultó vigorizante la forma en que construyade su discurso alrededor de la Ética y con herramientas estrictamente filosóficas, aunque con moderadas conclusiones, dada su condición.
Le transcribo algunas de sus palabras, de acuerdo al espejo de mi lábil memoria.
“En este país la gente se enorgullece de mantener sus opiniones a lo largo de toda la vida. Aprenden tres o cuatro cosas a los veinte años y se quedan con ella hasta usar bastón. Imaginaros cuando hace millones de años alguien propuso bajar de los árboles, qué hubiera pasado si se le hubiera hecho caso a la opinión mayoritaria de quedarse arriba de los árboles, donde era evidente que todos estábamos más seguros”
Con respecto a ciertas demandas de sectores conservadores acerca de procesos actuales de liberalización de la enseñanza, Savater puntualizó que dichos sectores “cuando son débiles piden libertad de acuerdo a los principios de los otros y cuando son fuertes niegan dicha libertad a los demás de acuerdo a sus propios principios”.
Finalmente emitió una opinión, tomada si mal no recuerdo de Hannah Arendt, que reza que “para que los alumnos sean revolucionarios, los maestros deben ser conservadores” , ya que en caso contrario los alumnos son meras herramientas de las ideas del docente y tienen dificultada para la reacción. Al respecto de esta última no puedo definirme entre aceptarla con una racional simpatía o temerla por el doble filo que acompaña muchas veces a la recta ratio.
Espero que los sofocos estacionales no la inhiban de disfrutar los placeres de esta corta vida que nos ha tocado en gracia. Aquí de momento las lluvias arrecian.
Suyo,
Teófilo.
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