Cara Teófila,
Bien sabe Vd. que Spinoza en la escuela del ex-jesuita Van den Ende no sólo aprendió latín, física y matemáticas sino también el novedoso cartesianismo. Fíjese entonces como a la manera de Descartes en la introducción al Discurso del Método, el holandés expulsado de la sinagoga inaugura su Tractatus de intelectus emendatione con una justificación introspectiva. Dice Spinoza que después que la experiencia le: “ha enseñado que todas las cosas que suceden con frecuencia en la vida ordinaria son vanas y fútiles, como veía que todas aquellas que eran para mí causa y objeto de temor, no contenían en sí mismas ni bien ni mal alguno a nos ser en cuanto a mi ánimo era afectado por ellas, me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero y capaz de comunicarse y de tal naturaleza que, por sí solo, rechazados todos los demás, afectara el ánimo; más aún, si existiría algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y suprema”
Observe cómo Descartes algunas décadas antes en las primeras páginas de su inveterado Discurso había escrito que “habiendo resuelto no buscar otra ciencia que la que se pudiera hallar en mí mismo o bien en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos, en frecuentar personas de diversos humores y condiciones, en recoger diversas experiencias, en ponerme a prueba a mi mismo en los casos que la fortuna me ponía delante y, en todas las ocasiones, a hacer sobres las cosas que se presentaba una reflexión tal que de ellas pudieras sacar algún provecho (...) Y yo sentía siempre un vivo deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida”
De más está decir que la modestia introspectiva de sendos maestros no sólo encaja en su discurso global, sino que resulta además saludable para una larga vida en esta joven Holanda rodeada de enormes estados nunca del todo convencidos de los beneficios de liberalizar el consumo de cannabis, el aborto, la eutanasia y la prostitución.
No la entretengo más con mis juegos intelectuales. Envíeles mis saludos si lo ve a Le Mettrie, a quien recordaba ayer a raíz de las cariñosas palabras que le dedica Marvin Harris en su Desarrollo de la Teoría Antropológica.
Con emociones indelebles,
Teófilo.
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