22 oct 2007

El enfoque dramático del sociólogo Erving Goffman

Cara Teófila
Espero que sepa su merced disculpar mi falta de atenciones durante estas últimas semanas. Le escribo deseando que se encuentre bien junto con los suyos.
Aprovecho la ocasión para comentarle una tertulia compartida recientemente con Erving Goffman a propósito de su libro “La presentación de la persona en la vida cotidiana”. Sabe su merced que estas epístolas nuestras me impiden extenderme demasiado, por lo que me ciño tan solo a la perspectiva elegida por Erving en su análisis de la vida social: el de la representación dramática. En él sigue a pies juntillas el viejo adagio de que la vida cotidiana es representación y que los individuos en su familia o su trabajo no hacen otra cosa que guiar y controlar la visión que otros se hacen de él. Ya imagina usted que a Goffman no le importen cuestiones estrictamente teatrales, pero sepa que no pude evitar matizar durante dicha tertulia que el teatro tiene la posibilidad de ser menos mentiente que la vida cotidiana.
Pero no era de mis opiniones de las que quería hablar sin de las de este hombre nacido en las frías de colonias inglesas en América, quien define como una de las principales fallas de este enfoque dramático que el público desaparece y los actores con los que el individuo interactúa son a la vez actores y público, eliminándose en muchos casos además la posibilidad del ensayo.
De una de las fuentes semióticas de mi juventud, las publicaciones periódicas ilustradas del editor hamburgués Columbus, recuerdo el pensamiento que introducía una historia de generales en la china mítica, y rezaba “China es tan grande y tan vieja que todo lo que sucede ha sucedido ya alguna vez”

La ensalza y la festeja,
Teófilo.

3 comentarios:

Verónica Garat dijo...

Mi querido Teófilo,
Queda usted disculpado y le correspondo deseando que usted disfrute de un buen pasar junto con sus afectos.
Quizás nos demos algún tiempo y ensayemos algún estudio en perspectiva donde tendríamos como centro de interés las múltiples formas de la metáfora teatral en el ámbito de las ciencias sociales. Y "viceversa", por decirlo así. Me detendría especialmente, por resultarme una época atractiva, en algunos escritos de Stanislavski, Weber y Freud...
Permítame disentir una vez más con usted. A mi modo de ver, en las expresiones "la vida cotidiana es representación", "el teatro tiene la posibilidad de ser menos mentiente que la vida cotidiana", subyace una concepción esencialista que me produce profundos reparos.
Al describir usted lo que para Goffman sería una falla del enfoque dramático, me hizo pensar en que la metáfora teatral de Goffman es la del teatro moderno con su característica barrera entre el público y el actór. ¿Qué sucedería con el enfoque de Goffman si hiciésemos jugar las concepciones que precisamente buscaron borrar dicha barrera?
El pensamiento con que culmina su epístola es bellísimo.
Feliz de reencontrarme con usted.
Teófila.

Teofilo dijo...

Optima Teófila,
Teniendo tantos y tan urgentes asuntos que atender y resignado a no poder cumplir siquiera una moderada parte de ellos, me rindo a tan triste evidencia y, siendo inútil toda queja, me dispongo a escribirle a vuestra merced.
Debo resaltar ante todo su incólume continuidad romántica y decimonónica.
Sobre sus reparos a un posible esencialismo de mi parte agredezco que insista con la inveterada necesidad de poner bajo el severo juicio de la razón todo conocimiento adquirido bajo el signo del amor, así como su viceversa. El asunto merece un análisis algo más sesudo que el que mis patéticos destellos intelectuales contaminados de absesnta pueden ofrecer en este momento.
Sobre el asunto de borrar las barreras entre los performers (el traduttore de Goffman dirá actuantes), bajo riesgo de que ser acusado de realizar un Argumentum ad hominem, yo diría que para vuestra merced el siglo XIX terminó en el año del señor de 1969.
Suyo invariablemente,
Teófilo.

Verónica Garat dijo...

Mi querido Teófilo,
El primer párrafo de su epístola me ha agradado sobremanera por sus reminiscencias impronunciables; por otro lado me ha desagadado -mas no en demasía- la redundancia expresada al final del mismo párrafo cuando menciona doblemente "mi persona". Desde otra perspectiva recalco lo que usted mismo dice al resaltar lo inútil de toda queja y le solicito fervientemente reanude su epistolario asistiendo al mismo con mayor asiduidad.
Debo rogarle explique de dónde extrae usted una "incólume continuidad romántica y decimonónica" presente en mí, según sus palabras. Ruégole ésto encarecidamente: explíquese, ¿la frase suya que entrecomillo aquí, es un aserto fundado o un simple vuelo literario?
El absenta quizás debería servir para resaltar la relatividad de las cosas. Expreso mis reparos frente a un supuesto ser más verdadero. Para mí el interaccionismo simbólico de Goffman -según lo impartido en las aulas- me brinda herramientas para contestar al esencialismo del "delincuente nato" de Lombroso. Tan burdo como eso...
En cuanto al párrafo "
sobre el asunto de borrar las barreras(...) 1969.", mi pensamiento es que usted no me ha entendido en lo más mínimo. Desde ya que habría que corroborar y verificar, pero lo cierto es que a primera vista la metáfora teatral utilizada en las ciencias sociales es tributaria de la concepción clásica del teatro, y esto no puede no suscitarme preguntas.
Con afecto y reclamando disciplina para responder a tiempo.
Teófila.