14 abr 2006

Los Origenes del Pensamiento Griego, de Jean-Pierre Vernant

Cara Teófila,
Con mi ánimo actual de devorar más que incorporar conocimientos, hice lo propio con uno de los libros que subrepticiamente substraje de vuesa biblioteca, "Los Orígenes del Pensamiento Griego", de Jean-Pierre Vernant. Claro y pedagógico, describe las condiciones en las cuales aparece la polis y el logos se diferencia del mito. Sin embargo, mi espíritu enciclopedista no logro captar el arché del asunto, un primer porqué en Grecia, ya que la serie de condiciones descriptas son similares a la de otras civilizaciones cercanas. Igualmente, "ido el conejo, palos en la cama", que lo mío es la Escuela Epicurea Salmanticae Le envío un párrafo que recuerda nuestra experiencia en Salónica y otras ciudades del Cercano Oriente:
"La filosofía se encuentra, al nacer, en una posición ambigua: por su marcha y por su inspiración está emparentada a la vez con las iniciaciones de los misterios y las controversias del agora; flota entre el espíritu de secreto, propio de las sectas y la publicidad del debate contradictorio que caracteriza a la actividad política. Según los medios, los momentos, las tendencias, se la ve, como a la secta pitagórica en la Magna Grecia en el siglo VI, organizarse en cofradía cerrada y rehusarse a entregar a la escritura una doctrina puramente esotérica. Así podrá, como lo hará el movimiento de los sofistas, integrarse plenamente en la vida pública, presentarse como una preparación para el ejercicio del poder en la ciudad y ofrecerse libremente a cada ciudadano por medio de lecciones pagadas en dinero. Acaso la filosofía griega no pudo desprenderse nunca del todo de esta ambigüedad que marca su origen. El filósofo oscilará siempre entre dos actitudes, titubeará entre dos tentaciones contrarias. Unas veces afirmará que es el único calificado para dirigir el Estado y, tomando orgullosa-mente el puesto del rey divino, pretenderá, en nombre de ese «saber» que lo eleva por encima de los hombres, reformar toda la vida social y ordenar soberanamente la ciudad. Otras veces se retirará del mundo para replegarse en una sabiduría puramente privada; agrupando en derredor de sí a unos cuantos discípulos, querrá instaurar con ellos, en la ciudad, otra ciudad al margen de la primera y, renunciando a la vida pública, buscará su salvación en el conocimiento y en la contemplación."
Simple y suyo,
Teófilo

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