19 ago 2011

Alexandr Serguéievich Pushkin (1799-1837)

Cara Teófila,

Escribo estos rudos garabatos para no perder la singular oportunidad que se presentó en la posada en la que fortuitamente deposité mis huesos al encontrar a nuestro mutuo amigo J......, quien está por estas tierras en visita oficial y aceptó gustosamente la tarea de llevarle esta misiva.

No habiendo novedades personales de interés, le comentó que para este viaje cogí presurosamente un ejemplar de “La hija del capitán” de Pushkin* que comprara en Salónica cuando su Santidad me dio su dispensa para volver por primera vez.

Sin tiempo para mayor análisis, decirle que es una novela romántica, de honor y de acción, en la que un joven aristócrata sale del hogar paterno hecho un imberbe para volver forjado como hombre para poder seguir explotando con honor el trabajo de sus semejantes, con la ayuda final de la Emperatriz, cual Deus Ex Machina.

Siempre descubro en los clásicos de la literatura ese placer del neófito ante un mundo tan interdependiente. Seguramente algún avezado benedictino con acceso a innumerables bibliotecas es capaz de hacer relaciones certeras entre aleph y omega. A mí me basta con disfrutar encontrarme en este folletín con Tolstoi y Chejov o incluso con Verne y Borges.

Sin más, prometo escribirle de manera más asidua.
Su humilde servidor,

Teófilo


*Pushkin, Alexandr S., “La hija del Capitán / La Dama de Pique”, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1978.

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