5 jun 2011

Clarice Lispector

Mi adorado Teófilo, mi queridísimo, mi siempre añorado, mi amantísimo.
Vuelvo siempre a sus brazos, y ojalá mi retorno le traiga aires vigorosos de altas montañas y lo impulsen a salir al mundo nuevamente. Retribuyo sus regalos llegados desde las lejanas Grecia y Noruega. Aquí le dejo las palabras que abren "Revelación de un mundo" de nuestra bellísima y amada Clarice:
"1967 - 19 de agosto.
NIÑOS IRRITANTES
No puedo. No puedo pensar en la escena que visualicé y que es real. El hijo está de noche dolorido por el hambre y le dice a su madre: tengo hambre, mamá. Ella le responde con dulzura: duerme. Él dice: pero estoy con hambre. Ella insiste: duerme. Él insiste. Ella grita dolorida: ¡duerme, niño molesto! Los dos se quedan en silencio en la oscuridad, inmóviles. ¿Estará dormido? -piensa ella despierta. Y él está demasiado amedrentado para quejarse. En la negra noche los dos están despiertos. Hasta que , por dolor y cansancio, ambos dormitan, en el nido de la resignación. Y yo no soporto la resignación. Ay, cómo devoro con hambre el placer de la revuelta."

Todos mis afectos para usted.
Teófila

1 comentario:

Teofilo dijo...

A veces las palabras bellas duelen. Unas veces porque su verdad es lacerante. Otras veces y esta vez, porque su simple belleza lo es. Como al Mizoguchi de Mishima, a quien el Pabellón de Oro resulta tan alejado de sus propias posibilidades que no le queda más remedio que elegir entre incendiarlo o destruirse a sí mismo.

Como destruir es injusto con los demás y destruirse no cambia nada, no quedará más remedio que intentar aprender de la belleza para lograr remedarla.

Siempre suyo,

Teófilo.