17 jun 2006

Concierto para Violin Nro 1 en Re M, op. 35 1er mov - Allegro Moderato

Óptima Teófila
Sabrá Vd que a último momento, los ancianos de la venerable Escuela Epicurea Salmanticae intentaron probar mis recursos académicos con una nueva prueba. En un exceso neoplatonista renegaron de la importancia de las ciencias experimentales -al estudio de las cuales ellos mismos me habían previamente instado- y me encomendaron como contrapartida estudiar la Historia de la Música, por eso de alimentar todos los aspectos del espíritu y Vd. sabrá cuántas cosas más.
El asunto es que leyendo vuestra reciente epístola sobre Schopenhauer, el párrafo en que ponía como los hechos trascendentales de su tiempo a Kant, las ciencias y el redescubrimiento de la filosofía oriental. Pensaba que importantes esos descubrimientos que de los que cuya importancia se olvida simplemente porque sus conclusiones se volvieron habituales hasta la obviedad. Los tres aspectos que rescata Schopenhauer sólo los domina algún filosófico lector, aunque estén presentes en el lenguaje de la mayoría de los hijos del Señor.
Y recordé la pieza de Tchaikovski que debí estudiar para la ocasión y cuyo nombre ilustra esta epístola. Un concierto con complicadísimos pasajes de violín y que fue rechazado sistemáticamente por todos los grandes violinistas de la Europa romanticista, porque simplemente era "imposible de tocar". Hasta que alguien vislumbró como podía hacerlo, y la presentó finalmente si mal no recuerdo por primera vez en Londres. El asunto es que esta pieza en nuestros días es simplemente "una obra virtuosa más", a la que los reputados violinistas no le tienen ya tanto temor. Es que Tchaikovski con esa obra llevó la antorcha un poco más allá, si me permite la expresión. De la misma manera que el alemán con su visión global de la cosa en sí.
Aprovechando al máximo las horas que no debo dedicar ya al sagrado estudio y aunque Vd. no lo crea, insomne.
La saluda
Teófilo.