27 abr 2006

La trascendencia de Unamuno y el lado de acá de Paul Klee

Multifacética Teófila,

Estoy leyendo un opúsculo de caprichosas citas de D. Miguel de Unamuno. Ya sabe Vd., aquel que antes de ser echado como perro de la Universidad salmantina, a la que él había devuelto a su medieval magnificencia, y ante el inexorable avance de la muerte por estas salvajes dehesas dijo: "Venceréis, pero no convenceréis". Nota aparte merece el reciente uso de la derecha vernácula de esa frase para sus espurios intereses. Bueno, como decía (1) Miguel de Unamuno:
"Yo no digo que merezcamos un más allá, ni que la lógica nos lo muestre; digo que lo necesito, merézcalo o no, y nada más. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad y que sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, ¡lo ne-ce-si-to! Y sin ello ni hay alegría ni la alegría de vivir quiere decir nada"

Paul Klee decía (2) de sí mismo
"Soy incomprensible del lado de acá. Vivo igual de bien entre los muertos que entre los no-nacidos. Algo más cerca del corazón de la creación que lo ordinario. Pero no lo suficientemente cerca ¿comunico calor? ¿frialdad? Más allá de todo ardor no puede discutirse eso. Cuanto más me distancio, más piadoso soy. Del lado de acá, a veces me regocijo un poco del mal ajeno. Son matices de la misma cosa. Los curas no son lo suficientemente piadosos para verlo. Y se escandalizan un poco, los doctores de la escritura"

Las dos posturas son tentadoras. Unamuno, con ese racionalismo que se siente sin embargo vacío si abandona un sentido cristiano de la trascendencia. Paul Klee, negando su pertenencia a un más acá demasiado pueril, buscando una trascendencia ya no celestial, sino tal vez surrealista, o más bien ¿onírica?. De momento a no caer en la tentación, a rebuscar un rato más en este basural ¿no le parece?
Como diría nuestro querido Michel Onfray si quisiera, y no cito: "cuánto daño has hecho, ¡Oh Pablo de Tarso!"
Simples saludos de vueso
Teófilo.
(1) Robles Carcedo, L. (ed.) Epistolario Americano (1890-1936), Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1996. Citado por un libelo incitable.
(2) De un catálogo de una exposición de Klee, citado por Susanna Partsch en "Paul Klee", Benedikt Taschen Verlag, Alemania.

25 abr 2006

La Flaca

Cara Teófila,

Cuando hoy desperté y salí al prado cercano, el otoño se había presentado, como suele decirse, con su máximo esplendor. Un color rojizo todo lo inundaba, los árboles; y en la tierra, algo húmeda por el rocío de anoche, una capa de hojas formaba un voluptuoso colchón. La luz era diáfana por ese efecto que causa en las mañanas nubladas el sol cuando logra por un lejano claro entrar horizontalmente a primeras horas. Pensé que lo primero era registrar el momento con algunas fotografías. Un solo verde había, el de la cercana dehesa, en medio de donde un vecino echaba a sus vacas un cereal por el que muchos en lejanos países serían capaces de matarlo junto con su familia y todos sus animales con el solo objeto de saciar sus bajos instintos alimentarios. Mirando al ganadero, una mujer y una niña (¿su nieta?), disfrutaban del tranquilo espectáculo. Extrañamente lejos de su mentor, algunas vacas se entretenían rumiando junto al cerco donde yo estaba. Observé que el color de estos animales, que en algunas especies es normal que sea un marrón algo rojizo, eran en este caso de un definitivo rojo. Pensé que era una ilusión provocada por la conjunción de sol, nubes y otoño, por lo que me acerqué caminando en diagonal hacia a ellas, buscando cambiar el ángulo desde el cual veía los extraños animales y así descubrir su verdadero color. Les pareció a estos bichos que yo era una amenaza, se sobresaltaron e incluso una más joven dio la vuelta elevándose en sus dos patas, lo que al menos sirvió para confirmar que sí, que estas vacas eran rojas como la sangre.
Varias veces me desperté escuchando un ruido cheschescheschas y golpes tactac. La señora que limpia pensé. Otras veces cheschescheschas y ya volviendo a los cabales que la vigilia da, empecé a sospechar ¿es posible que un domingo tan temprano haya venido la señora de la limpieza? Salté de la cama y fui hasta la sala común del albergue, un amplio recinto vidriado, donde descubrí al causante del alboroto. Un cuervo pequeño y sí –claro- negro, intentaba infructuosamente escapar del recinto vidriado. Había entrado por el único roto de las decenas de pequeños vidrios que separan la sala del jardín, pero no acertaba a reencontrar el hueco para salir. Exhausto ya, mi presencia le dio la postrera fuerza para golpear salvajemente las ventanas. Abrí la puerta al jardín pero era demasiado para él, temí por el ave. Poco a poco la fui dirigiendo hasta que encontró la puerta y voló, lejos, lo perdí de vista. Me fui a lavar los dientes y luego a la cocina a calentar un cacharro para el desayuno.

Ahora más despierto le envío a Vd. estas líneas.
Si creer ni en sombras ni en bultos que se menean, lo saluda.

Teófilo.

24 abr 2006

Miguel Delibes describe a Los Santos Inocentes

Docta Teófila,
La secta que dirige la Academia Epicurea Salmanticae ha recomendado, para "facilitar" mi ingreso a la misma, que lea una serie de libros clave de la literatura hispana. Dicen estos nobles ancianos que no es obligatorio, pero he optado por hacer lo que mandan. Así, he leído en un santiamén "Los Santos inocentes" de un tal Miguel Delibes, a la sazón Premio Cervantes. Creo que a Vd. podría gustarle en algún momento pasar sus páginas. Por compararlo con algún autor por nosotros dos conocidos, le diría que Delibes describe a las personas como hace vueso amado Juan José Saer lo propio con el río Paraná y sus islas. En este caso las personas que pululan en "Los Santos Inocentes" viven en un mundo de ignorancia y brutal opresión. Comprenderá Vd que si son presentadas tal como el entrerriano más famoso de París describe la fatigosa corriente del río en una calurosa y húmeda tarde de verano, el resultado será una clara denuncia.
La mantendré al tanto de mis avances en la poesía y novela de estas salvajes tierras.
Por ahora -aunque nada es para siempre así que no se me malacostumbre- suyo,
Teófilo.

14 abr 2006

Los Origenes del Pensamiento Griego, de Jean-Pierre Vernant

Cara Teófila,
Con mi ánimo actual de devorar más que incorporar conocimientos, hice lo propio con uno de los libros que subrepticiamente substraje de vuesa biblioteca, "Los Orígenes del Pensamiento Griego", de Jean-Pierre Vernant. Claro y pedagógico, describe las condiciones en las cuales aparece la polis y el logos se diferencia del mito. Sin embargo, mi espíritu enciclopedista no logro captar el arché del asunto, un primer porqué en Grecia, ya que la serie de condiciones descriptas son similares a la de otras civilizaciones cercanas. Igualmente, "ido el conejo, palos en la cama", que lo mío es la Escuela Epicurea Salmanticae Le envío un párrafo que recuerda nuestra experiencia en Salónica y otras ciudades del Cercano Oriente:
"La filosofía se encuentra, al nacer, en una posición ambigua: por su marcha y por su inspiración está emparentada a la vez con las iniciaciones de los misterios y las controversias del agora; flota entre el espíritu de secreto, propio de las sectas y la publicidad del debate contradictorio que caracteriza a la actividad política. Según los medios, los momentos, las tendencias, se la ve, como a la secta pitagórica en la Magna Grecia en el siglo VI, organizarse en cofradía cerrada y rehusarse a entregar a la escritura una doctrina puramente esotérica. Así podrá, como lo hará el movimiento de los sofistas, integrarse plenamente en la vida pública, presentarse como una preparación para el ejercicio del poder en la ciudad y ofrecerse libremente a cada ciudadano por medio de lecciones pagadas en dinero. Acaso la filosofía griega no pudo desprenderse nunca del todo de esta ambigüedad que marca su origen. El filósofo oscilará siempre entre dos actitudes, titubeará entre dos tentaciones contrarias. Unas veces afirmará que es el único calificado para dirigir el Estado y, tomando orgullosa-mente el puesto del rey divino, pretenderá, en nombre de ese «saber» que lo eleva por encima de los hombres, reformar toda la vida social y ordenar soberanamente la ciudad. Otras veces se retirará del mundo para replegarse en una sabiduría puramente privada; agrupando en derredor de sí a unos cuantos discípulos, querrá instaurar con ellos, en la ciudad, otra ciudad al margen de la primera y, renunciando a la vida pública, buscará su salvación en el conocimiento y en la contemplación."
Simple y suyo,
Teófilo

12 abr 2006

Libros robados de los Jardines deTeófila

Nunca por mí tan respetada en vuesa inmensa caridad Teófila,
Sobre esos huecos que seguramente Vd. habrá hace tiempo notado en los anaqueles de vuesa extensa biblioteca debo decir mea culpa. En mi huida desesperada del país allende los mares cogí algunos libros que no había tenido tiempo de leer. Creo sabrá comprender y que no faltará momento para devolver dichos documentos a vueso poder. A continuación, la lista exhaustiva del expolio.
  • El Miedo a la Revolución, Jean Paul Sartre, Proteo, 1970
  • El Satiricón (Selección), Petronio, Centro Editor de América Latina, 1970
  • Odas (Selección), Horacio, Centro Editor de América Latina, 1970
  • La Guerra de Yugurta, Salustio, Centro Editor de América Latina, 1970
  • Carmina Burana (Selección), Centro Editor de América Latina, 1970
  • Antología, Miguel Hernández, Biblioteca Página/12
  • La vida de los Hombres Infames, Michel Foucault, Altamira/Nordan ("impreso en forma cooperativa en Editorial Nordan Comunidad
  • El Chamanismo y las Técnicas Arcaicas del Éxtasis, Mircea Elíade, Fondo de Cultura Económica, 1994
  • Utopías del Renacimiento, Moro/Campanella/Bacon, Fondo de Cultura Económica, 1995
  • El Limonero Real, Juan José Saer, Planeta, 1994
  • Los Orígenes del Pensamiento Griego, Jean-Pierre Vernant, Paidós,1992
  • Ecce homo, Friedrich Nietzsche, Alianza,1989
  • República, Platón, Eudeba, 1986
  • Hermenéutica del Sujeto, Michel Foucault, Altamira, 1996
Esperando no haber olvidado de listar ninguno y confiado de vuesa magnanimidad, lo saluda,
Teófilo.

11 abr 2006

¿Recuerda la Teleología?

Cara Teófila,
Para mis estudios en la Academia Epicurea Salmanticae quería conocer definiciones concisas acerca del denominado modelo teleológico, de Platón y Aristóteles. Además de la usual definición de wiki¸ encontré un espectro interesante de aproximaciones al asunto: primero una definición ideal para mi fin primero, dedicada la misma a estudiantes de bachillerato. La segunda, una visión de un autodenominado Grupo de Propaganda Marxista, el cual debo decirle que más allá de mi sorpresa al tropezarme con dicha fuente, no hubo profundización en las largas parrafadas de estos apólogos. Finalmente, me encontré con otro apólogo, más campechano, definiendo a la Teleología dentro de un léxico de Religión. Mi interés en este último debe su razón a descubrir personas creyentes de las balbuceantes formas en el que la humanidad intentó buscarle un sentido a la naturaleza. Este buen hombre ora habla de naturaleza, ora habla de moral sin distinguir demasiado uno de otro. No puede admitir que la vida de una mosca no tenga una finalidad, sin más explicación de que se aplicaría a sí la misma vara, con resultados depresivos para sus débiles nervios. Es la causa final aristotélica, dentro de la cual todo lo que existe lo hace con un fin. La teleología, vamos.
Lejano (en griego téle, no télos, este último "fín último") y suyo,
Teófilo